(Esta foto ha sido seleccionada por la Plataforma para ilustrar el artículo)
La Unión Temporal de Administraciones tumba todas las alegaciones contra el Málaga Palacio del siglo XXI en el Hoyo de Esparteros. El disparate tiene vía libre...
Entre las modalidades de vandalismo urbanístico que nos depara esa Gran Muralla China de hoteles y viviendas de nuestra castigada costa mediterránea, el que más resistencia presenta ante las protestas ciudadanas es el vandalismo urbanístico institucional.
Cójase, de Gerona a Cádiz, un proyecto desquiciado que redunde en beneficio de unos pocos y añádase el apoyo de una institución o de varias si es posible, y ese proyecto verá la luz del día aunque para el común de los mortales sea un disparate tan grande como el ego de Maradona.
En Málaga lo hemos comprobado innumerables veces, desde el vacío legal de los años sesenta –cuando la ausencia de un plan urbanístico permitió monstruosidades de ciudad hortera– hasta nuestros días, con unas administraciones que siguen sin aprender la lección de la burbuja inmobiliaria y, en el caso de nuestro Ayuntamiento, dependiendo de constructores y promotores para dejar de ser uno de los consistorios más endeudados de España.
Sumen a esta coyuntura una preparación para la gestión política con la que muchos de nuestros políticos no durarían ni un cuarto de hora en el concurso Saber y ganar y tendrán la explicación de por qué Málaga sigue comportándose, a ratos muy intensos, con la misma codicia urbanística que en los años 70.
Y es que, como era de temer, la Unión Temporal de Administraciones formada por el Ayuntamiento y la Junta de Andalucía se ha convertido en un tándem terrible cuya finalidad es que llegue a buen puerto el Málaga Palacio del siglo XXI, el hotel de Moneo, que plantará sus reales, con diez plantas de altura, en el Hoyo de Esparteros. El Ayuntamiento, en un gesto de magnanimidad, ha rechazado las cerca de 40 alegaciones contra el hotelazo, presentadas en su mayoría por una plataforma ciudadana e IU.
De nada ha valido recordar que, para satisfacer unos intereses privados, vamos a perder una calle que lleva siglos en el plano de Málaga, con gran significación histórica como el Pasillo de Atocha; además demolerán un edificio levantado por el mismo arquitecto de la calle Larios y que en los años 20 fue sede del Gobierno Civil y perderemos parte del Hoyo de Esparteros, que alojó a importantes familias malagueñas del XIX.
Poco importa que, aprovechando las ínfulas destructivas del proyecto, nuestras vandálicas autoridades, como remate van a permitir que se levante hasta la misma altura que el hotelazo la próxima Muralla China de viviendas que surja junto al río para uniformar la tropelía.
Este proyecto, que erizaría los pelos de cualquier representante de la Unesco, sigue adelante con todas las bendiciones de la Unión Temporal de Administracionesn (UTA), imbuida de esa moda cateta de captar arquitectos-estrella con barra libre para construir como quieran y donde quieran.
Por eso, habrá que rebautizar a los políticos de la Junta y el Ayuntamiento que apoyan esta idea con nombres como Trasamundo, Hilderico o Genserico, reyes vándalos que compartieron el mismo planteamiento vital de no dejar títere con cabeza ni ciudad con patrimonio. Vía libre.
Entre las modalidades de vandalismo urbanístico que nos depara esa Gran Muralla China de hoteles y viviendas de nuestra castigada costa mediterránea, el que más resistencia presenta ante las protestas ciudadanas es el vandalismo urbanístico institucional.
Cójase, de Gerona a Cádiz, un proyecto desquiciado que redunde en beneficio de unos pocos y añádase el apoyo de una institución o de varias si es posible, y ese proyecto verá la luz del día aunque para el común de los mortales sea un disparate tan grande como el ego de Maradona.
En Málaga lo hemos comprobado innumerables veces, desde el vacío legal de los años sesenta –cuando la ausencia de un plan urbanístico permitió monstruosidades de ciudad hortera– hasta nuestros días, con unas administraciones que siguen sin aprender la lección de la burbuja inmobiliaria y, en el caso de nuestro Ayuntamiento, dependiendo de constructores y promotores para dejar de ser uno de los consistorios más endeudados de España.
Sumen a esta coyuntura una preparación para la gestión política con la que muchos de nuestros políticos no durarían ni un cuarto de hora en el concurso Saber y ganar y tendrán la explicación de por qué Málaga sigue comportándose, a ratos muy intensos, con la misma codicia urbanística que en los años 70.
Y es que, como era de temer, la Unión Temporal de Administraciones formada por el Ayuntamiento y la Junta de Andalucía se ha convertido en un tándem terrible cuya finalidad es que llegue a buen puerto el Málaga Palacio del siglo XXI, el hotel de Moneo, que plantará sus reales, con diez plantas de altura, en el Hoyo de Esparteros. El Ayuntamiento, en un gesto de magnanimidad, ha rechazado las cerca de 40 alegaciones contra el hotelazo, presentadas en su mayoría por una plataforma ciudadana e IU.
De nada ha valido recordar que, para satisfacer unos intereses privados, vamos a perder una calle que lleva siglos en el plano de Málaga, con gran significación histórica como el Pasillo de Atocha; además demolerán un edificio levantado por el mismo arquitecto de la calle Larios y que en los años 20 fue sede del Gobierno Civil y perderemos parte del Hoyo de Esparteros, que alojó a importantes familias malagueñas del XIX.
Poco importa que, aprovechando las ínfulas destructivas del proyecto, nuestras vandálicas autoridades, como remate van a permitir que se levante hasta la misma altura que el hotelazo la próxima Muralla China de viviendas que surja junto al río para uniformar la tropelía.
Este proyecto, que erizaría los pelos de cualquier representante de la Unesco, sigue adelante con todas las bendiciones de la Unión Temporal de Administracionesn (UTA), imbuida de esa moda cateta de captar arquitectos-estrella con barra libre para construir como quieran y donde quieran.
Por eso, habrá que rebautizar a los políticos de la Junta y el Ayuntamiento que apoyan esta idea con nombres como Trasamundo, Hilderico o Genserico, reyes vándalos que compartieron el mismo planteamiento vital de no dejar títere con cabeza ni ciudad con patrimonio. Vía libre.
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