Llàtzer Moix: «Los políticos quisieron ver en los arquitectos su aparición mariana»


Desde la publicación de su primer libro, Llàtzer Moix se ha consolidado como una de las voces más vivificantes del país en el estudio del urbanismo y la arquitectura, disciplinas a menudo constreñidas por las estrecheces de la política y de la economía. Su último libro recorre la obsesión española por las grandes firmas. Redactor jefe de La Vanguardia, Moix participa hoy en las Jornadas de Arquitectura de Málaga, que se celebran en el rectorado de la UMA.

Da la sensación de que si no fuera por la crisis todas las ciudades españolas tendrían un edificio de Moneo y otro de Calatrava...
La crisis, como dice, ha puesto un poco de freno a toda esa vorágine, pero durante años ha sido así, especialmente a partir del Guggenheim de Bilbao. Parecía que se había encontrado un truco para entrar de lleno en la competición turística, que era fácil, que bastaba con contar con un edificio estrella, con una gran firma y su bibelot para que todo el mundo comenzara a venir en escapadas de fin de semana.

Pero no siempre ha sido así...

Sin duda, en casi todos los casos, a excepción casi de Bilbao, el éxito ha sido muy inferior a lo esperado, cuando no desastroso. Es lógico, una ciudad no se puede diferenciar de la de enfrente construyendo lo mismo. La crisis, como decía, ha supuesto una muerte accidental a este movimiento.

¿Se podría hablar, incluso, de obsesión por las grandes firmas?

Digamos que para los políticos era una especie de aparición mariana. Durante los últimos quince años, los responsables autonómicos y municipales tenían esa idea, o vivían el milagro o no había otra cosa. En muchos concursos públicos se buscaba de manera implícita acabar de ese modo, pero en otros había una intención muy clara. Recuerdo, por ejemplo, el caso de Andorra que exigía en la convocatoria que el autor del proyecto tuviera el Premio Pritzker. Eso presumía la participación de algunos de los selectos, que no son muchos. Foster, Calatrava, Gehry...

¿Qué hay de realmente genuino en todos esos nombres? ¿No se ha magnificado la obra de alguno de ellos?

No hay duda de que son arquitectos muy buenos. Para jugar en primera división tienes que tener un nivel excelente. Lo que critico no es su obra, si bien es cierto que algunos se han amanerado y convertido en reproductores clónicos de su propio estilo, sin tener en cuenta el entorno en el que construyen porque, obviamente, no es lo mismo hacer un edificio junto al mar que en el desierto.

Muchas veces se han modificado las bases de los proyectos para engatusar a los grandes arquitectos. ¿Se puede hablar de urbanismo a la carta?

En esos casos hay varios cómplices, no sólo el arquitecto, sino también el político como cliente inexperto. Muchos trabajos fracasan precisamente por la labor del cliente, que no tiene muy claro lo que quiere. Luego están determinados jurados que en lugar de ser garantes del concurso son los primeros interesados en modificarlo. Es el caso de la Ciudad de la Cultura de Santiago, donde el mismo jurado que estableció un límite presupuestario fue el que adjudicó el trabajo a Peter Eisenman, cuya oferta decía claramente que superaba la inversión.

¿Se ha agotado la querencia por la arquitectura hiperbólica? ¿Qué nuevas tendencias comportará la crisis?

La arquitectura a la que hace referencia se debe, sobre todo, a ese periodo en el que más que los grandes nombres, se buscaba lo espectacular. Era como si, de repente, se hubieran olvidado las bases de la prosperidad y se confiara ciegamente en que del encuentro de una figura política y una figura de la arquitectura iba a surgir algo mágico. La coyuntura ahora es otra. Existen, por ejemplo, muchas cuestiones relaciones con el consumo energético, con la adecuación de las viviendas a los nuevos modos de familia o con la economía del momento, que hace que cobre mucho protagonismo la rehabilitación. Se está produciendo un cambio de paradigma, una vuelta a la arquitectura al servicio de lo humano, antes de buscar lo grande.

Málaga no ha sido ajena a la fiebre por los primeros espadas. ¿Cómo ve la situación de la Costa del Sol?

Por lo que he podido comprobar, ahí el problema no es tanto la arquitectura estelar como el crecimiento desaforado. Al contrario que en Benidorm, donde se construye en altura, la Costa del Sol ha crecido mucho en horizontal, se observa una primera línea de centro y un nido de construcciones y eso no significa que sea más sostenible.

La Opinión de Málaga, 08/04/2011

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